Personaje: Erika




Relato proveniente: "A nadie más le importa" (Huellas del Tiempo).

Resumen: Esta joven es alguien que siempre ha hecho lo que ha creído correcto y siempre ha sido ella misma por encima de todo, pero su mejor amigo de la infancia, Francis, se negaba a seguir su ejemplo y prefería complacer a los demás antes que tomar sus propias decisiones y defenderlas. Erika trató de ayudarle, haciéndole entender qué camino era el correcto pero no quiso hacerle caso llevando a cabo el mayor error de su vida, el cual, hizo a Erika darse cuenta de quién era él en realidad y todo el dolor que debió sufrir a lo largo de su infancia.

Nombre completo: Erika Jetkins Flower                      Edad actual: 35 años

Ciudad actual: Chicago                                               Estado actual: Soltera


Descripción física:

Mi pelo negro y rizado antes largo hasta la mitad de las costillas, ahora es más corto, exactamente por los hombros; mis ojos castaños, antes maquillados con grandes cantidades de color negro sobre ellos, ahora están menos maquillados y con un toque más suave, debido a mi futura profesionalidad tanto nacional como internacional; mis labios gruesos, antes pintados de negro durante todo el día y todos los días de la semana sin excepción, ahora no tenían tal color, de hecho, ellos mismos tenían cierto toque rojizo por sí solo, sin aplicar ningún tipo de color encima de los mismos; antes vestía de negro, parecía un ser oscuro surcando las calles de Chicago, como un fantasma que quería no formar parte de nada, ahora suelo vestirme de forma más profesional, es decir, con una americana y unos pantalones vaqueros, o una camisa blanca algo fina y unos pantalones negros, pero siempre formal. No creo que mi forma de vestir, mis hobbies e incluso mi look bastante oscuro, fueran una fase, sino que, permanecen dentro de mí como cualquier otra experiencia que se queda en tu corazón el resto de tu vida, pero que prefieres que se quede dentro que a mostrarla debido al poco conocimiento que tienen las personas sobre ello y al pánico que podría provocar en mis clientes, es una forma de estar presentable en el trabajo, es una cuestión de formalidad, nada más.

Descripción de la personalidad:

Siempre he sido yo misma y no me he preocupado por las críticas, no he sido impulsiva pero sí muy decidida en cada momento, me gusta saber lo que quiero e intentar ser mejor de lo que me propongo. Muchas veces he tenido problemas referidos a mi forma de vestir e incluso a mi forma de expresarme o hablar, pero nunca me ha importado lo que dijeran de mí, todo era pasajero, ya que, sabía que mi mundo era ese y nadie podía cambiarme. Ahora me considero una persona más madura que intenta no esconderse de los demás, intento presentar mis obras internacionalmente, que sepan quién soy y cómo he llegado hasta allí, una historia bastante aburrida pero digna de recordar, ya que, es una gran pasión para mí. He sido alguien apasionada e ilusionada por todas las oportunidades que podría conseguir debido a todo el sacrificio y el trabajo que he hecho a lo largo de los años, me ha encantado poder ser alguien que expresa sus sentimientos mediante obras, con un medio por el que alguien se puede expresar con soltura, sin críticas, sin malas miradas, sin sentimientos de superioridad, sin hacer daño a nadie y sin creer que otro es mejor que tú, en ese mundo todo es distinto.

Alguien sin una personalidad definida:

Como sabréis, hablo de Francis. Siempre fue un amigo de mi infancia muy especial, nos apoyábamos, inseparables cuando éramos pequeños, teníamos muchísimas cosas en común y teníamos cierta atracción que no podía describirse con palabras, esa que no pudo realizarse debido a las circunstancias. Conforme fuimos creciendo y siendo adultos, a Francis le importaban mucho más las críticas, miraba a su alrededor con cierto nerviosismo cuando íbamos juntos a alguna clase, empezaba a avergonzarse de mí hasta el punto de vernos a escondidas, empezó a formar parte del grupo que me hacía bullying durante los descansos entre clases, etc. La verdad, no quería darme cuenta de ello, quería simplemente seguir siendo quiénes éramos, quería que siguiéramos hablando a todas horas, compartiendo nuestras cosas y riéndonos tanto como nos permitieran nuestras gargantas, me encantaban esas cosas y no quería que desaparecieran; en cierto modo, estaba ciega y prefería permanecer así. Empecé a darme cuenta de que me apartaba como lo hacían sus amigos, se avergonzaba de mí, necesitaba apartarme de la vista de los demás para hablar conmigo, me hacía daño cada vez que permanecía en el mismo lugar que él aunque no lo pareciera debido a las vejaciones que tenía que soportar durante los descansos; la verdad, acabé estando muy cansada de esta situación.

Francis se dejaba llevar por lo que decían sus padres, seguía su ideología, sus pensamientos, imitaba sus acciones y hacía lo que le pedían sin hacerles la contra ni una sola vez, lo tenía completamente prohibido. Sus padres le decían lo que tenía que hacer y él debía llevarlo a cabo tajantemente, al igual que sus amigos, si le decían que se tirara por un sexto piso él simplemente lo hacía. Era curiosa la forma que tenía de seguir las normas, de no creer en nada más que no fuera lo que le dijeran, era curiosa la forma que tenía de seguir con lo que le ordenaban haciendo caso omiso a lo que él sentía, hacía oídos sordos a su conciencia y no quería oír a nadie que le hablara con total sinceridad del problema que le acontecía realmente, esa era yo, creyendo que cambiaría de opinión solo por intentar que me escuchara, qué ingenua era. Me molestaba increíblemente que no pudiera aparecer con él libremente en clase, por la calle o en el gimnasio, era increíble la forma en la que se auto destruía a sí mismo. No sabía cómo lo hacía, no sabía cómo era capaz de darle la espalda a todo lo que le importaba para contentar a los demás, no sabía cómo podía acallar sus sentimientos para que dejaran de sentir y no sabía cómo era capaz de dejarme apartada de su vida siendo que nos conocíamos desde niños; la verdad, no sabía cómo encajarlo en aquella época, no le odiaba pero me seguía preguntando qué debió pasarle para que llegara a ser así, más tarde, lo descubrí, era algo horrible, así que, de cierta forma le entendía.

Una madre alcohólica y un sentimiento de abandono:

Durante mucho tiempo, mis padres estuvieron juntos y bastante felices, aunque como en todas las parejas sucede, con sus altibajos. Nunca imaginé que uno de los dos se cansaría de la vida familiar que compartíamos, en este sentido, fue mi madre; era una mujer algo débil, bastante sensible y se disgustaba por cosas sin importancia. Empezaron a afectarle algunas discusiones que tuvo con mi padre sobre ahorro de dinero, ya que, al nacer yo debían cuidar un poco más la economía que iban teniendo al principio, pero a ella no le iba bien todo eso, no estaba acostumbrada a la resposabilidad y yo aparecí en un momento en el que acababa de morir mi abuela y ella estaba tremendamente irritable, por lo que, se negaba rotundamente a todo lo que mi padre proponía para el bienestar de nuestra familia. Durante todo el tiempo en el que la conocí hasta los ocho o nueve años, siempre decía que yo había llegado de improviso y que ya no sabía qué hacer con tantas preguntas que le hacía, llegó un momento que empezaba a estar en su mundo y ya no hacía caso al resto de la familia y mi padre se empezó a ocupar de mí sin su ayuda.

Mi familia empezó a desestructurarse más, agrietándose en sus zonas más profundas debido a que mi padre se había dado cuenta de que mi madre empezaba a beber y lo mezclaba con pastillas para dormir, empezó a engancharse y siguió haciéndolo una y otra vez. Todo se volvió más difícil para ambos, ya que, tenía unos fuertes cambios de humor debido a este hecho. Mi padre estaba harto pero como la quería tanto, intentó ayudarla en todo lo que podía pero ella prefería seguir matándose a sí misma antes que progresar y cambiar su vida para poder estar bien con su familia, se volvió una egoísta.

Más tarde, mi madre no veía un hogar en el lugar donde antes lo fue, por lo que, decidió divorciarse de mi padre y salir de allí por patas, huyendo de todo aquello que conocía y lo que un día fue su familia y su vida. Me dejó encima de mi mesilla de noche una nota en la que justificaba por qué se había ido, que vendría unos años después y que siempre me tendría en su corazón; todo aquello me pareció una auténtica mentira, estaba tan enfadada y me sentía tan abandonada por ella desde que empezó a beber y a medicarse que tiré aquella nota habiendo leído solamente las dos primeras líneas. A mí ya no me valían justificaciones estúpidas, ni posibles momentos en lo que pudiéramos reencontrarnos, ella ya estaba fuera de mi vida y ya no quería que volviera. 

Víctima de bullying a todas horas:


Es difícil explicar lo que se siente cuando otras personas no hacen más que hacerte daño una y otra vez y el lugar en el que te encuentras se vuelve tan hostil que es casi imposible permanecer en él, pero en el cual, tienes que estar debido a que quieres ver tus sueños hacerse realidad, como fue mi caso. Todos los compañeros de mi clase e incluso otros de diferentes cursos que me conocían por mi forma tan llamativa de vestir, se empeñaban en insultarme, empujarme, humillarme en público, gritarme a todo pulmón e intentar que me sintiera lo peor que pudiera sentirme; era una situación en la que te cuestionas a ti misma si realmente tienen razón y que solo deberías desaparecer del mundo para que dejen de apartarte de él tantas veces. Es difícil no dejar de pensar en que las personas han causado todo un odio en mí que va creciendo y que ha acabado ocasionándome consecuencias en mi personalidad muy fuertes, como el no poder empezar una conversación con total normalidad, no querer hablar con nadie o preferir estar sola a relacionarme con gente que, a simple vista, es totalmente normal. Son situaciones en las que te planteas si relacionarse con otros vale la pena, si intercambiar una sola palabra significa algo, si hacerle un favor a alguien porque te nace es un error o simplemente el hecho de confiar ya es algo imposible de plantearte en la vida.

Durante mucho tiempo estuve soportando ésto, algo que no le desearía a nadie. Me tragaba todo lo que me decían y dejaba que todo pasara por mi lado sin importarme, pero llegó un momento que empezó a hacerlo, fue el momento en que Francis se unió a ellos y hacía exactamente lo mismo. Me afectó tanto que me pasé un mes al menos metida en mi habitación sin salir ni ir al colegio, no me podía creer que un amigo de toda la vida me hiciera ésto y menos alguien que parecía tan puro y especial, no cabía en mi cabeza lo que estaba haciendo. Como es obvio, Francis vino a mi casa a escondidas de sus amigos claro, a ver qué era lo que me ocurría, ya que, hacía mucho que no me veía, se disculpó al darse cuenta que él fue una de las razones por las que no quería salir de mi cama, una de las razones por las que seguía increíblemente enfadada. Durante el tiempo que pasó después intenté comprenderlo y bueno, dejé que hiciera lo que él quería, pensaba que cada vez que me vejaba en público, realmente no lo hacía en serio, sino que lo hacía para que sus amigos no se metieran con él por compartir su amistad conmigo. Yo siempre le entendía pero él nunca me entendió a mí, ni mi postura ni mi forma de pensar, respetaba lo que le decía pero no lo llevaba a cabo por nada, seguía en sus trece, así que, lo empecé a ver como un caso perdido y acepté que nunca estaría con él sentimentalmente hablando, no podía permanecer escondida y estar con él, para mí eso era totalmente incompatible y menos si todo su mundo iba a ser algo que condicionara nuestra relación, yo no pensaba esconderme de nadie pero él sí quería, así que, no compartíamos los mismos intereses, decidí olvidarme de él y de la relación que podríamos haber tenido y seguir adelante; fue duro, pero lo conseguí.

Muerte de alguien especial:

Cuando fui a San Francisco para la exposición de mi nueva colección de pinturas, vi a Francis en una taberna completamente desaliñado, borracho y con muy pocas ganas de vivir, ya que, habían muerto sus padres hacía unos años y ya no tenía ningún tipo de orden que ejecutar, se sentía completamente inservible e inútil, como un robot. Aquel hombre que tenía ante mis ojos, ya no era aquel niño lleno de ilusiones, lleno de vida y con muchas ganas de formar parte de algo grande, era un hombre hundido en alcohol y un mar de agonía que se dio cuenta tarde de que lo único que tenía que hacer era ser él mismo y seguir con su vida haciendo las cosas que realmente quería hacer. Se dio cuenta de que su vida no era nada si no seguía a alguien, si no tenía algo por lo que vivir, terminó sabiéndolo de la forma más fatídica posible, sin hacerme caso una vez más, por supuesto.

Visitó el museo en el que dio la lugar mi exposición, quería ver hasta dónde había llegado con mis sueños solo por última vez, quería saber lo altas que habían llegado mis expectativas y las ganas que tenía de hacerlo todo realidad. No quería que le viera porque seguramente no sería capaz de decir adiós, quizá sabía que intentaría convencerle de lo contrario, no quería ser su debilidad y no deseaba seguir mis órdenes; por extraño que parezca, fue la única vez que hizo realmente lo que él quiso hacer, fue la primera vez que no siguió a nadie, fue el momento en que hizo realidad un sueño y quizá éste fue el de morir en paz de una vez. Me di cuenta de todo ésto después de informarme en el periódico de que se había suicidado justo la mañana siguiente, se empezaron a agolpar en mi cabeza vívidas imágenes de todas las formas y maneras en las que lo pudo planear, me empecé a preguntar varios por qué e hice caso a lo que decía mi instinto de lo sucedido.

Después de todo, me di cuenta justo cuando volvía a Chicago en el avión, de que Francis lo debió pasar realmente mal con su familia. Me pregunté por qué un chico con su edad y con su avanzada inteligencia se dejaba llevar de esa manera y lo primero que vino a mi mente, fue el hecho de que quizá sus padres le maltrataran física y psicológicamente, quizá más su padre que su madre, ya que, al haber salido de su vientre no se permitiría el lujo de ponerle una mano encima, sino el increíble pecado de ver cómo lo hacía su marido y después tener la poca decencia de acostarse con él en la misma cama, era absolutamente ofensivo para un hijo. Tenía la certeza de que uno de los dos debió de abusar de él sexualmente (ésto ya se verá con mayor seguridad en el próximo personaje) debido a que siempre que se hablaba en la escuela sobre la sexualidad, él simplemente se escabullía como un gatito asustado, no dejaba que hablara con él del tema, empezaba a temblar increíblemente y cuando le cogía el brazo para decirle algo, se ponía tenso, estaba intensamente frío y con la cara blanca, como si fuera a vomitar. Habían muchos indicios de que algo así podría estar ocurriendo, pero no eran demostrables.

No creo que no hiciera nada por él, ni creo ser culpable de su muerte. Siento que le enseñé algo que nadie le había enseñado: sentir o ser quién era, le decía que debía descubrirlo por sí mismo. Al final entendió lo que yo intentaba comunicarle, fue complicado y en unas circunstancias pésimas, ya que, no me hubiera gustado que hubiera pasado algo semejante, pero me llenó de orgullo el saber que por fin había hecho lo que realmente quería rehusando mi ofrecimiento a venir al hotel conmigo y llevarlo a Chicago para empezar de nuevo; que se negara a eso e hiciera algo que quería me hizo pensar que realmente había sentido lo que tenía que hacer o lo que debía hacer. Lo que no quería era que se fuera tan falto de cariño, tan desaliñado, tan triste y desamparado, que pensara que sus padres lo habían sido todo y que sin ellos no podría vivir, ellos no eran buenos padres para él; eso es lo único que me hizo sentir francamente mal, pero los constantes abrazos de mi padre fueron un buen consuelo para poder superar en gran parte la pérdida de alguien como Francis, especial e irreemplazable.

Un futuro sin Francis pero lleno de ilusiones:

Después de todo lo ocurrido, pensé en no seguir adelante con mi apasionada profesión, ya que, me sentía algo cansada y echaba mucho de menos a Francis, había sido una gran parte de mi vida desde que éramos niños y no sabía cómo encajarlo de una forma en la que no hiciera tanto daño como me estaba haciendo su pérdida. Mi padre fue el que me animó a continuar con el contrato que tenía con mi contacto internacional, quería que siguiera viendo el mundo, viajando y trayéndole cosas preciosas de todo los lugares a los que más adelante fui, después de esa larga conversación de lo que debía hacer con mi vida después del suicidio de Francis en San Diego.

Su muerte cambió una parte de mi vida debido a que más tarde decidí pintar algunas obras para organizaciones contra el bullying, empecé a pertenecer a este tipo de grupos que intentaban ayudar a personas como yo y a animarlas a que siguieran adelante. Después de salir de cada reunión con los grupos que había, me sentía realizada conmigo misma, me sentía completamente en paz; yo también había sentido algo parecido a lo que sentían aquellos jóvenes y muchos me recordaban a Francis, por lo que, intenté ayudarles exactamente como hice con él. Ésto me ayudó a querer ayudarlos desde un punto vista más psicológico, por lo que, decidí estudiar psicología en Stanford, ya que, después de estudiar arte podía entrar con unas notas excelentes; seguía pintando, por supuesto, y donaba las obras a la asociación, obras que tenían que ver con el tema.

Realmente, este es el momento de mi vida en el que me siento bien, en el que mis recuerdos forman parte de mí y no me hacen daño, es el lugar idóneo en el que quiero estar y me enorgullece ayudar a jóvenes como yo o como Francis a encauzar sus vidas después de haber sido humillados, insultados, golpeados y echos cenizas por culpa de gente que no tiene ningún tipo de valores, personalidad o cerebro. Aunque no hay ni un solo día en que no tenga presente a ese niño con ilusiones, con pasiones, con una sonrisa increíble y unos ojos orgullosos de pasar los días conmigo, llamado Francis.

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