Personaje: Elaine



Relato procedente: "Maldad" (Huellas del Tiempo).

Resumen: Elaine era la criada de un asesino, alguien que la maltrataba, la trataba como una cosa y no la dejaba vivir su vida, dado que, estaba totalmente restringida a todo. Después de una noche de cacería, tal como él llamaba a encontrar a alguien interesante para asesinarlo en su sótano, bajó el cadáver que había traído al mismo y se encontró con que la mujer que estaba en su prisión se había revelado contra él, matándolo por todo lo que había hecho haciendo que sufriera lo máximo posible y liberándose de la cucaracha que la acompañaba en aquella vida desdichada que había tenido hasta el momento en el que pudo escapar.

Nombre completo: Tan solo Elaine.                                  Edad actual: 28 años.

Ciudad natal: Chicago.                                                      Ocupación: Profesora.


Descripción física:

Mi cabello dorado descansaba sobre mis hombros, liso y ahora bien cuidado, dado que he conseguido escapar del infierno en el que estaba condenada; mis ojos verdosos mostraban aquella tristeza que me había eclipsado durante aquellos años con Leroy, un psicópata nacido para matar y disfrutar de ello; mis labios finos ya estaban cansados de sangrar debido a sus constantes palizas, aquellas que me dejaron marcas, en este caso, una cicatriz que traspasaba los mismos; mi cuerpo esbelto era exactamente como el de su hermana, aquella que asesinó disfrutando el momento, como un vampiro bebe sangre humana.

Descripción de la personalidad:

Siempre he sido una persona inocente, dada a los demás y entregada. Me ha gustado que los demás estuviesen cómodos conmigo y la superficialidad ha sido lo mío, dado que, nunca salía de casa si no estaba bien arreglada, ahora han cambiado mucho las cosas porque ya no me interesa el tema de ir a la moda o estar maquillada después de estar en la prisión donde me encontraba, perdí todas estas facetas. He sido amable y cariñosa, aunque he tenido muchas carencias en mi vida, tanto familiares como en relaciones, me hubiera gustado que las cosas hubieran sido de otra manera.

Huérfana:

Crecí en un orfanato, de hecho, fui una de las niñas que más duró en el mismo, siempre hacía trastazos casa de los adoptantes porque no les quería a ellos sino a mis padres. De lo que no me daba cuenta es de que hacía tiempo que habían desaparecido tanto de mi vida como de la de los demás después de aquel incendió que sucedió a mis dos años de edad, cuando se quedaron dormidos y dejaron el gas encendido, sobreviví porque querían pasar una noche romántica juntos y yo me quedé con mis abuelos, los que murieron cuando hube cumplido los cinco años, primero mi abuela y luego mi abuelo. Me sentí desolada y con un miedo difícil de expresar porque me veía sin nadie, sin un hombro al que apoyarme y no podía contar con nadie cuando tuviera un problema.

El orfanato me conoció con cinco años, dado que, mis abuelos ya hablaron con el mismo en el caso de que a ellos les pasara algo. Mi abuelo les informó de cómo estaban las cosas en mi familia después de morir mi abuela y ató los lazos que pudo para que no me faltara nada y ellos pudieran recogerme cuanto antes, obviamente ninguno de los dos quería que una niña de cinco años fuera sola por la calle y, mucho menos, que durmiera en cajas de cartón muerta de frío. En el orfanato me dieron una cálida bienvenida, tanto que, cuando era el momento de irme con veintiún años, no quería salir por nada del mundo, a penas duraba con los adoptantes y los profesores ya no sabían qué hacer conmigo para convencerme de que me abriera a estas personas que estaban deseosas de compartir sus vidas con alguien más, pero les rechazaba totalmente y tan solo me soportaban dos semanas, no tenían el valor de seguir conmigo ni un día más, les irritaba tanto que tenían que devolverme al mismo sitio en el que crecía a mi manera y donde me sentía mucho más cómoda.

La mayoría de edad:

Cuando cumplí los veintiún años, el orfanato trató de informarme lo más delicadamente posible que ya no podía permanecer allí durante más tiempo y que me ayudarían a encontrar un lugar en el que pudiera vivir y otro donde ganarme la vida. En cuanto a la primera fase, fue sencillo porque pagaron los tres primeros meses de alquiler, era un estudio pequeño y, dado que, era una sola persona no necesitaba gran cosa para vivir bien y cómoda; en cuanto a la segunda cuestión, conseguimos un trabajo de dependienta cerca del lugar donde iba a alojarme durante el tiempo que yo quisiera o hasta que tuviera dinero para mudarme a otro sitio más grande y que me gustara mucho más.

Por supuesto, me sentía muy rara porque nunca me había valido por mí misma. Tuve que aprender a cocinar mediante libros donde ya venían las recetas preparadas y explicadas al dedillo para que hasta un tonto pudiera entenderlas y hacerlas a la perfección; tampoco sabía limpiar, así que, la vecina de al lado trató de enseñarme lo mejor que pudo, dado que, era demasiado primeriza para ésto y dudo que todavía se me dé bien; en pocas palabras, tuve que aprender a realizar todas las tareas que se deben hacer en una casa, me fui acoplando como pude para terminar encontrando mi camino, aunque seguía sintiendo nostalgia por haber dejado el único lugar donde me sentía segura.

Una salida terrible:

Unos meses después de mudarme al centro de la ciudad e ir recomponiendo mi vida rota y solitaria, decidí salir un poco por la noche a una taberna cercana, tan solo por curiosidad, jamás había estado en ninguna, como podréis imaginar. Me senté en una silla cercana a la barra y pedí un whisky, nunca lo había probado pero ahora puedo decir que era demasiado fuerte para mi paladar, así que, vi acercarse a un hombre alto, con el pelo largo hasta los hombros y negro, con aquellos ojos color caramelo mirándome con fiereza y mostrando curiosidad y, a la vez, extrañeza junto con ese cuerpo esbelto y decidido que andaba hacia mí. Me decía unas palabras tan interesantes y comedidas que caí en la trampa de su falsa mirada de comprensión y amabilidad, terminé en un lugar del que no podría salir pero no lo supe hasta un mes después cuando me ofreció irme a vivir con él después de un mes de supuesto noviazgo y en el que se comportó como un verdadero caballero.

La salida de aquella noche la pagué con creces cuando crucé la puerta de su casa, era algo vieja pero parecía cómoda. A partir de éste momento, empezó a ser exactamente como era de verdad: controlador, manipulador, insensible, maltratador y un asesino. No daba crédito a nada de ésto, pero fui engañada por alguien que parecía ser encantador, me sentí traicionada por alguien con quién me sentía increíblemente segura. La rabia, la frustración, la impotencia y el miedo surgieron de mí de tal manera y magnitud que no podía controlar pero estaba allí encerrada, me puse aquel horrible vestido de criada y empecé a servirle como buena mujer, totalmente aislada de los demás y a su completo servicio.

Psicopatía:

Empecé a fijarme en cómo era de verdad aunque difícilmente lo permitiera. Sus ojos jamás fueron de comprensión o fiereza, había un deje de tristeza en ellos, de pesadez y culpabilidad, aunque alguna vez que otra llegué a pensar que nada surgía de su interior. Sus palizas venían dotadas de frustración y la forma en la que me mandaba lo que tenía que hacer, era una manera de controlar su alrededor, de hecho, yo era lo único que tenía porque sabía que nadie más le quería. Mataba por placer a todas aquellas que se parecieran a su hermana, aquella que mató en su sótano años atrás y por cuya muerte se sentía poderoso, imparable y con un gozo que era difícil de explicar, aunque tan solo tenías que mirar sus ojos de júbilo cuando subía del sótano después de matar a otra chica inocente que nada tenía que ver con su estúpida familia.

En unos siete años, me convertí en su esclava, en su víctima, su puta y la cómplice de todos los asesinatos que cometió en mi presencia, me daba asco y vergüenza ajena, no podía creer que hubiera caído tan bajo y que el infierno hubiera aparecido en mi puerta justo aquella noche en la taberna a la que por primera vez fui. Sabía que aquello no iba a parar, él no tenía un punto medio, ni siquiera un botón de "Stop" por ningún lado, cuanto más cruel era, más poderoso e increíble se sentía. No podía hacer otra cosa que obedecerle, me encerró en aquel lugar al que yo llamaba prisión y me dejó incomunicada del mundo para que no pudiera escapar de aquellas garras que desgarraban cualquier corazón que tuviera ganas de volar.

Venganza:

Una noche tomé una decisión, después de siete años de torturas constantes. Empecé a analizar seriamente en la situación en la que me encontraba y quería cambiarla, sabiendo en cada momento que para hacerlo tenía que eliminar a la lacra y lo debía hacer completamente, arrasar con todo de una vez, de una forma consciente y sorprendente para el agocentrismo mismo de su ser. Cuando volvió con otra chica rubia, no pude evitar preguntarle por ese afán de que todas tuviéramos el mismo físico, obviamente, me respondió que no tenía por qué pedirle explicaciones de nada sintiéndose bien consigo mismo al volver a tener el control de la situación en su pequeña y horrible mansión.

En cuanto tuve oportunidad, bajé las escaleras del sótano despacio y lentamente para no alertarle, justo en el momento en el que limpiaba porque siempre ponía esa música poco alegre que le gustaba a todo volumen y era imposible que pudiera oírme. Le hice exactamente lo mismo que le hacía a sus víctimas, le apuñalé en varios lugares del pecho y la espalda. lo puse en la mesa y le corté todos los miembros del cuerpo hasta que se desangró. Le dejé allí postrado, conseguí las llaves de la casa que llevaba en uno de los bolsillos del pantalón y, simplemente, me largué. Para cuidarme en salud, quemé aquel lugar infernal sin vacilar, quería que todos los cuerpos desaparecieran tanto del mundo material como del espiritual, no quería ni rastro de aquel hombre que me había causado tanto dolor.

Síndrome postraumático:

Después de todo aquello, volví al estudio donde vivía con aquellas ropas de criada que tan solo podía llevar pero, por supuesto, ya estaba ocupada por otros inquilinos. Esa noche dormí en la calle, estuve varios días vomitando y sintiéndome la mujer más impotente del mundo, sucia y devastada después de todo, no dejé de llorar en esos cartones en los que me vi obligada a dormir. Volví al orfanato al día siguiente, no me creyeron pero me ayudaron en todo lo que pudieron económicamente, volví a conseguir un trabajo y les pagué lo que habían invertido en mí. De lo que estaba totalmente segura era que no iba a volver a una taberna jamás, estaba claro que por las noches no se debía salir, aunque la verdad, dejé de salir por un tiempo y estaba bastante paranoica con todo lo que acontecía a mi alrededor porque siempre me parecía ver a alguien siguiéndome o imágenes en mi cabeza de alguien haciéndome daño, no podía deshacerme de ello fácilmente aunque quisiera.

No le conté a nadie nada de ésto, estaba muy dolida y no dejaba de recordar lo que había ocurrido, ni siquiera entendía cómo una persona podía ser tan desalmada. Intentaba concentrarme en otras cosas, dejar de pensar en el pasado y centrarme en nuevos proyectos, no quería tener pensamientos suicidas ni nada por el estilo, quería tener la mente lo más sana que pudiera. Para todo ello, necesité a los profesores que me educaron en el orfanato, ellos volvieron a guiarme por el buen camino sin siquiera preguntar qué me había ocurrido realmente, me dieron todos los conocimientos necesarios para transmitirlos a otros niños desamparados que vinieran al mismo, quería ayudar a gente que había sido como yo anteriormente y quería sentirme bien con ello.

Un futuro aterrorizada:

Como es evidente, no dejo de mirar tras de mí. No puedo dejar de pensar que si me paro, si conozco a alguien nuevo o si alguien intenta acercarse a mí, voy a terminar del mismo modo, voy a volver al momento del secuestro, con ese vestido horrible y a estar en una prisión, permaneciendo ese miedo de volver justo a donde lo dejé, justo en el momento del incendio. Hay noches que sueño con él, me atrapa entre sus brazos y me golpea tan fuertemente que no soy capaz de levantarme, es él quién provoca el incendio y termino muriendo.

Mis pasos son dudosos, no termino de acoplarme a la vida que estaba llevando. Ahora sé que no fiarse de nadie es mi billete de salida, es la única forma que puedo tener para seguir con mi vida lo más tranquilamente posible, intentar no mantener contacto con nadie, escapando del ser humano lo más rápido posible. Ya no soy alguien que puede hacer lo que quiera, estoy supeditada a los horarios en los que puede ser peligroso salir de casa, sigo totalmente empeñada en controlar todos los movimientos de la gente y a la vez, ayudar a aquellos niños que están en la misma situación de abandono en el orfanato donde crecí, creo que es lo único que puede ayudarme a persistir en mantenerme con vida y en sentirme unida al mundo.


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