Personaje: Fransesca



Relato procedente: "Entre las Sombras" (Huellas del Tiempo).

Resumen: Fransesca se quedó viuda tres días antes de celebrar aquel funeral en el que todos los hipócritas que conocían a su marido por su fama de escritor decidieron reunirse. Ella se sentía tan desubicada que tuvo que salir al jardín donde Ben compartía sus mejores momentos con las estrellas y sus puros; después de darse cuenta de que estaba sentada justo en la silla donde él siempre se sentaba, Ben se presentó ante ella como si fuera de carne y hueso y decidió hacer aquello que antes no se atrevió a hacer.

Nombre completo: Fransesca Norwin Dawn.                            Edad:  69 años.

Ciudad natal: Nueva Jersey.                                                       Profesión: Periodista.


Descripción física:

Mi cabello de un negro intenso, se ha dejado llevar por las innumerables canas que pueblan mi cabeza. Mis ojos verdes vivos y profundos, ahora permanecen cansados y con un entorno repleto de arrugas que han terminado por darme igual, anteriormente, me daban miedo, incluso tuve la famosa crisis de los cuarenta pero nada de eso importa ya. Mis labios gruesos anhelan un solo beso más de Ben, ahora permanecen solitarios y deseosos de no volver a ser encontrados por nadie más. Mi cuerpo esbelto da gracias a las frutas y las verduras por tener esta compostura, por ser vegetariana a pesar de la opinión de la gente y tener claro que la salud mejora mucho más cuando te cuidas.

Descripción de la personalidad:

Siempre he sido una persona tranquila, que comparte todo lo que tiene, atenta con los demás e intentando no prestar atención a aquellos que desean hacerme daño. Desde hace mucho tiempo, siento un sentimiento de pertenencia hacia mi casa, me gusta estar en ella la mayor parte del día y rodearme del jardín a eso de medianoche para disfrutar de la brisa, tal y como hacía el bueno de Ben. Según dicen, soy bondadosa y me gusta ser amable con los demás aunque no lo sean conmigo, ayudar a aquellos que lo necesitan me apasiona y, aunque mi marido tuviese dinero y tuviésemos que vestirnos de gala casi habitualmente, siempre nos ha apasionado el rollo hippie en momentos de intimidad, cuando las cámaras no estaban presentes.

Una niñez y adolescencia bastante precaria:

Vengo de una familia pobre por naturaleza, de hecho mis abuelos y visabuelos también lo fueron, pero jamás ha sido una vergüenza para nuestra familia, ha sido algo que nos ha animado a luchar por vivir mejor y tener más prosperidad día tras día. Desde que era niña me enseñaron a apreciar lo poco que teníamos y a que, aunque tuviéramos poco, podíamos compartir con otros aquello que nosotros también podríamos necesitar algún día. Solía jugar con los vecinos, los cuales, también tenían problemas de dinero y siempre buscaban una causa para salir de ello, aunque sus hijos eran los que más sufrían los desequilibrios monetarios.

Crecí con aquello que necesitaba, nunca viví rodeada de lujos. Mi madre me enseñaba que, aunque una persona tuviese poco o mucho siempre tenía que ser humilde, debíamos levantar la cabeza como aquellos que se creían superiores que nosotros porque eran más ricos y jamás contar nada que ocurriese en nuestra casa, siempre pasábamos el mes con lo que teníamos, aunque no fuese cierto de las puertas de casa hacia dentro, aparentábamos estabilidad económica allá dónde fuésemos. Durante mi adolescencia, conseguí un trabajo a media jornada con el que ayudaba a mis padres a llegar a fin de mes y conseguimos modelar nuestra economía, de hecho, hasta que mis padres murieron, siempre les he enviado un sobre con suficiente dinero como para poder pagar todos sus gastos, nunca les he dejado tirados por eso.

Ben, alguien similar:

A Ben le conocí cuando estaba terminando la Universidad, la cual, pude pagar con los ahorros que conseguí en aquella pequeña tienda de souvenirs. Nadie en el campus tenía cosas en común conmigo, fue muy difícil encontrar a alguien que no me reprochase el venir de una familia precaria económicamente, dado que, toda aquella gente iba a aquella Universidad porque sus padres se lo pagaban todo y no tenían sueños de ningún tipo, solo buscaban emborracharse y un poco de diversión con las chicas de cursos superiores, a ser posible, así que, que Ben se fijase en mí a pesar de mi origen, me resultó sorprendente. Nuestra relación empezó siendo una simple charla en el pasillo, pero después fue a más; era quince años mayor que yo y acababa de divorciarse, al parecer, tenía una niña que nació hacía poco, había sido un accidente para él pero ella no decía eso, así que, le pagaba manutención aunque Ben, en un principio, no quería tener a la niña.

No pensé que nos veríamos después de la Universidad, sobretodo del verano porque no nos dimos los números de teléfono y tampoco es que creyera que le gustara ni nada por el estilo, así que, no le di demasiada importancia a esa electricidad que sentí al verle, hasta que el destino de ambos se interpuso y nos unió otra vez en el edificio del periódico en el que empecé a trabajar unos meses después de ir a la Universidad. Mi jefe le había pedido que presentase su primer libro en el periódico y que yo misma le haría una entrevista, imaginad nuestras caras cuando volvimos a vernos y comprendimos que todo aquello no era casualidad. A partir de ese momento, todo fue muy rápido, nuestros labios acercándose en aquella sala de cine, nuestros aniversarios, su hija cada vez haciéndose más mayor, el anuncio del médico al decirnos que no podíamos tener hijos porque podría morir en el parto (palabras textuales), las visitas de su hija, los éxitos de Ben en cada libro que publicaba, la mudanza a una casa mucho más grande que la que teníamos, nuestra preciosa boda y todo el amor que compartimos día tras día.

Cambios en nuestra vida:

Ben vivió entre una familia con un nivel económico medio y no esperaba que sus libros tuviesen éxito y yo provenía de una familia muy pobre, así que, me sobraba tener un salón pequeño, una habitación y una cocina, nunca me quejé en ese pequeñísimo estudio en el que empezamos a vivir juntos pero toda nuestra vida dio un vuelco en la publicación del primer libro de Ben, aquella novela sobre detectives que cambió nuestra perspectiva de las cosas, que cambió nuestra casa, nuestro mobiliario e incluso, nuestro estilo de vida. Al mudarnos a un hogar mucho más grande (es decir, donde hicimos su funeral), empezamos a comprar alimentos frescos porque nos los podíamos permitir, teníamos un poco más de tiempo libre y pudimos comprar un coche, algo que agradecimos con creces porque siempre nos desplazábamos a pie y era de lo más incómodo.

Que a Ben le hiciesen un contrato en una de las editoriales más importantes del país, hizo que pensáramos en establecer del todo nuestra relación, es decir, que ya podíamos tener una boda como dios manda, ya podíamos formalizar nuestro amor. Hicimos una ceremonia preciosa con toda nuestra familia y amigos, fue en un espacio natural y que por fin podíamos pagar sin preocuparnos por los gastos, decidí disfrutar de aquellos momentos. Yo seguía trabajando en el periódico porque no quería ser la típica mujer mantenida que tan solo se quedaba en casa y se pasaba el día pintándose las uñas, esperando ser un objeto necesario para su marido porque aportar, no aportaba nada, yo nunca he sido esa persona, así que, me aliviaba ser una parte importante en la ayuda de la economía económica de nuestro hogar.

Muerte de Ben: 

Ben murió de un paro cardíaco, como la mayoría de las personas mayores a su edad, tenía ochenta y cuatro años y, al parecer, llegó su momento, demasiado pronto para mí. Me desperté antes que él, eran las nueve de la mañana, me giré hacia él y parecía seguir dormido aunque innerte, así que, decidí comprobar si respiraba, la respuesta, como imaginaréis, fue que no lo hacía, había muerto sobre las siete de la mañana, dos horas antes que me despertase yo según el forense que evaluó su cuerpo. La noche anterior, me había preparado una suculenta cena con verduras y champiñones que estaba riquísima, recordamos algunos de nuestros momentos más graciosos de jóvenes y no dejamos de reír... de repente, al día siguiente, ya no estaba. Esa misma noche no pude dormir, no dejaba de pensar que justo a mi lado había estado mi marido con el que había compartido toda una vida y el que había sido mi único compañero.

El funeral lo planeé yo misma, su hija ni siquiera quiso participar en la elección de las flores o el ataúd, prefirió estar en testamento, pero no en las cosas que de verdad importaban. Me vi repleta de gente hipócrita, insulsa, prepotente, adinerada y demasiado materialista para mi gusto, no tenían ningún aspecto espiritual que valiese la pena, se preocupaban más de las cosas que tenían fuera que dentro de sí mismos, no cuajaban conmigo para nada, así que, le hice caso a Ben y les eché de nuestra casa en cuánto me lo dijo. Pensé que cuando volviera estaría esperándome, pero no pude equivocarme más, una despedida tierna y se desvaneció, hasta hoy, no he vuelto a verle u oírle más.

Un futuro solitario:

Ha sido muy duro seguir sin Ben, sin esa locura suya desde que se levantaba hasta que se acostaba, con ese humor tan suyo. No olvidaré ni un segundo, por supuesto, tan solo veo un futuro en una casa comida por el silencio y la soledad, no sabría deciros si me volvería loca en poco tiempo o terminaría hablando sola de un momento a otro. Tampoco me gusta demasiado el silencio, así que, supongo que, muy pronto, alquilaré un pequeño estudio cerca de aquí para poder sobrellevar mejor las cosas, es una casa demasiado grande para una viuda de sesenta y nueve años y pocos sueños más que cumplir.

Le prometí a Ben que volvería a él muy pronto, o eso esperaba. Tenía la esperanza de que mi corazón fuese deteriorándose para volver a verle, para poder abrazarle en cuanto los dos fuésemos a esa luz potente que a todos nos espera cuando fallecemos. Me siento diferente sin Ben, especialmente descolocada, como sin sentido, sin rumbo... No sabía si me recuperaría de ello, pero sí que sabía que volvería a sus brazos en cualquier momento.

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