Personaje: Marcela



Relato procedente: "Un Nuevo Viaje" (Huellas del Tiempo).

Resumen: Marcela escapa de las garras de un marido y un matrimonio sin amor, de las palizas que le daba cuando le respondía con negativas y de los maltratos físicos y psicológicos que, desgraciadamente, permanecían cada día en su vida. Quiso dejar de consentir todo esto y empezar una nueva vida lejos de su pasado subiendo al tren nocturno que la llevaría a Arizona, un lugar totalmente desconocido para ella y que le traería muchas ilusiones, algo que no sabía todavía, dado que, estaba llena de terror por saber cómo saldrían las cosas y si verdaderamente olvidaría a Jack.

Nombre completo: Marcela Mayoris Frence.                       Edad: 35 años.

Ciudad natal: Nueva Jersey.                                             Aficiones: Libros.


Descripción física:

Mi cabello castaño claro permanece ondulado sobre mis hombros, Jack no permitía que lo tuviera más largo porque decía que podía provocar a otros hombres al salir a comprar leche, algo que siempre me pareció absurdo; mis ojos de un color miel, permanecen cansados por todo el malgaste de energía entre aquellas paredes, junto a sus amigas las ojeras que, al parecer, iba a necesitar unas buenas siestas para eliminarlas de mi vida por completo; mis labios gruesos seguían endurecidos, no quería permitirme llorar por enésima vez, no quería volver a sentirme una víctima de un hombre al que no le importé nada en absoluto, además, tampoco me apetecía hablar con nadie ni conocer mi alrededor; mi cuerpo esbelto, lo sentía completamente violado por una persona a la que dejé de amar y el que ahora vaga sin rumbo buscando una nueva vida para una mente y un corazón consumidos por la desesperanza y la desilusión, el dolor y el haber permanecido con un sentimiento quebradizo en su interior.

Descripción de la personalidad:

Desde que era pequeña, siempre he sido una persona muy amable y cariñosa con los que me rodean, quizá algo confiada y tremendamente sensible, muchos dicen que parezco de porcelana porque termino echándome a llorar de inmediato, aunque no he podido tener ese lujo al lado de Jack, algo que al parecer, ha podido hacerme más fuerte. He querido descubrir desde hace algún tiempo, mi lado espiritual, e incluso, saber si tengo algo de ello porque siempre me ha gustado todo ese ámbito. Soy bastante introvertida y prefiero perderme en una ciudad que preguntar a alguien dónde me encuentro, también algo seria y muy tímida, sería capaz de esconderme antes que empezar una conversación fluida con alguien que parezca interesante. En resumen, soy una persona que intenta encontrar su lugar y permanecer ilesa ante el pasado.

Una infancia algo distante:

Nunca fui una niña problemática, más bien, aislada porque no creía que nadie viniera a mí con buenas intenciones, sospechaba que muchos querían hablarme por intereses personales que nada quería que tuvieran que ver conmigo. Mis padres siempre insistían en que dejara esos malos pensamientos y empezara a hacer amigos, no querían que fuese mayor y no tuviera con quién apoyarme cuando ellos no estuvieran; además, tenían la mala costumbre de compararme con mi hermana mayor Lusy, la cual, siempre había sido una joven sociable y presumía de tener incontables amigos, al igual que mensajes de texto y llamadas de chicos a cualquier hora para hablar, según ellos, de las clases porque era muy lista, pero yo sabía que no hablaban de eso precisamente, sino de sexo, no quería ser como ella.

Mi infancia fue algo distante básicamente por eso, por el hecho de sentirme apartada del mundo, incluso no solía hablar demasiado en casa y me gustaba encerrarme en mi cuarto para que nadie me molestase, me gustaba mirar las estrellas con el telescopio que tan gustosamente me regaló mi abuelo por mi cumpleaños y no salir hasta el día siguiente en respuesta a los gritos de mamá avisando de que estaba preparado el desayuno y el almuerzo para ir al colegio. No creo que nadie entendiera mi postura, no supieron jamás que era la mejor forma de mantenerme a salvo de la maldad expresa en los demás, en aquella que nadie era capaz de disipar, por lo que, decidieron que era mejor llevarme a un psicólogo para tratarme de esa actitud antisocial que estaban cansados de presenciar y que les dolía enormemente, se preguntaban por qué Lusy era tan normal y yo no podía serlo. He de decir que, con todo esto, se equivocaron.

Una adolescencia loca y abierta:

Según mi psicólogo, efectivamente estaba padeciendo una especie de desorden antisocial leve, es decir, que me estaba haciendo preguntas constantes dentro de mí misma, como cualquier otra niña en el mundo y que tan solo buscaba respuestas, trataba de encontrar mi personalidad. Todo esto me relajó al principio pero el hombre de cincuenta y tres años que tenía frente a mí tenía preparados una serie de retos sociales que era incapaz de negarlos, dado que, mis padres estaban en la misma sala para empujarme a ellos, de hecho, debía apuntar mis progresos en una libreta y presentársela al señor Mathew cada semana. 

Durante un par de semanas, eso de relacionarme con personas que no conocía, mantener charlas poco interesantes con personas que quizá, tan solo buscaban algún interés intelectual en mí para beneficiarse y la gente que no me caía nada bien con la que tenía que hablar, no me resultaba gracioso, ni divertido y, mucho menos, cómodo. Pero durante la tercera semana, algo cambió tanto en los demás como en mí misma, parecía que empezaba a conectar con la gente, me inspiraban día a día, algunos empatizaban con mis problemas escolares diarios y creían verdaderamente en que podría resolver mi problema de la antisociabilidad. Lo que jamás pensé fue que iría a una fiesta y tendría que soportar a gente que iba demasiado borracha como para saber decir "hola" y, mucho menos, que pronto sería como ellos debido a la influencia tan grande que sostenían sobre mí, me había convertido totalmente en mi hermana y había dejado todos mi ideales atrás para formar parte de sus estúpidos grupos sociales. Después de la tercera borrachera a la que fui sometida y la cual no me sentó nada bien y las sopas calientes que mi madre tuvo que prepararme para empezar a encontrarme mejor de las tripas, decidí dejar completamente a esa gente, estaba intoxicándome con sus hábitos y no era lo que quería, pero todo cambió cuando él se unió a nosotros, cuando Jack empezó a formar parte de los que creía que eran mis grupos sociales.

Jack: ¿un tío diferente?

No estuvo todo tan claro en un principio, Jack se entrelazaba entre la gente, podía parecer que formara parte de los grupos que quisiera y no ser totalmente sincero con ellos... me intrigaba, así que, permanecí con ellos y traté de ser como ellos, hasta convertirme en lo que fui y en el principal deseo de Jack, aquello empezó a gustarme, he de reconocerlo. Esperé durante un tiempo a comprobar si realmente le gustaba, de hecho, eso parecía y, si no recuerdo mal, salimos un par de veces, e incluso, nos besamos a escondidas de toda aquella gente ingenua pero, estaba del todo segura de que no íbamos a vernos más después del último curso, quería ayudar a mi madre con el negocio familiar y estudiar algo de filología, aunque no estuviese del todo segura. Aquellas fueron las últimas semanas de instituto y digamos que las disfrutamos hasta que terminaron, Jack era muy persuasivo y siempre trataba de llegar a mí como ninguna persona físicamente había llegado pero tuve la suerte de que siempre había alguien a mi alrededor que podía hacerme de respetar y podía negarme sin que se enfureciese como mucho después pasó.

Con dieciséis años, salí del instituto como una más del montón. Empecé trabajando en el negocio familiar con mi familia en esa pequeña pastelería que mi padre con toda su ilusión había construido para Lusy y para mí, cuando ellos ya no estuviesen para cuidarnos. Pensé en estudiar pero nunca tuve esa oportunidad, mi padre enfermó y, como mi hermana siempre estaba con sus amigos de viaje, de fiesta y viviendo la vida al máximo, como solía decir, y nunca se preocupaba de la pastelería, mientras mi madre atendía a mi padre cada día, yo me ocupaba de todo lo que tuviese que ver con el negocio. Pasaron diez años y mi padre moría poco a poco, hasta que el descanso llegó a él como una bendición, mi madre ya no me necesitaba y creía que ya había hecho bastante por ella, que decidiera por mí misma qué quería hacer con mi vida. Me fui a una taberna a unas manzanas de la pastelería una noche, a pensar justo en lo que ella me había dicho... ni siquiera sabía que hacer hasta que Jack apareció a mi lado como por arte de magia, al parecer, muy oportuno...

La promesa de tener una vida diferente:

Hacía diez años que no le veía. Sus ojos negros se habían vuelto más intensos y pedían a gritos una mirada donde profundizar, sus labios inquietos no dejaban de halagarme para que me fuera a vivir con él con aquellas prisas que empezaban a agobiarme pero que no descartaba. Su cabello castaño lo llevaba más largo y tenía mucho interés en mí, se mantenía cautivo entre todas aquellas vivencias en la pastelería que iba contándole y su cuerpo se mantenía tan cerca del mío que cautivaba, estaba increíblemente esperanzado en que cogiese su mano y me lanzase a vivir una vida diferente, un tiempo apasionado y encerrarme entre una vertiente de amor irrefrenable, decía que siempre había sentido algo tan intenso por mí que consiguió dolerle y que quería compartirlo conmigo.

Estaba claro que mi madre quería que volase de casa, que viviese mi vida lo máximo posible, que formase una familia lejos de aquella pastelería que me había encarcelado durante diez años sin poder avanzar en mis proyectos, quería que siguiera adelante e hiciera que mi padre se sintiese orgulloso de un modo u otro. Me pareció una locura absoluta pero, todos estos pensamientos influyeron en que aceptara la oferta de Jack en empezar una vida juntos, en complementarnos como lo habíamos hecho en un pasado y darle nietos a una madre impaciente por ver corretear niños por su casa. Esta fue la peor decisión que tomé en mi vida...

Encarcelada en una relación vacía:

Después de un año de vivir con Jack, pude comprender que no era el marido cariñoso que prometía ser, que me obligaba a hacer cosas que no quería, que no iba a permitirme salir de casa y que jamás volvería a ver a mi familia. Lo tenía todo calculado, de hecho, me alejó de todos a los que quería, a ningún miembro de mi familia permitía que entrara, me amordazaba para que no gritara pidiéndoles ayuda y, verdaderamente, lo sentía por mi padre porque jamás pensaría que yo fuese tan estúpida como para unirme en matrimonio con tal salvaje, no creía que estuviese para nada orgulloso. Nuestras relaciones sexuales llegaron a ser tan violentas que tuve varias irritaciones vaginales tan molestas que no podía ni seguir con ellas, ni siquiera quiso llevarme al médico por evitar que escapara y desde ese momento las relaciones fueron empeorando porque cada vez, me dolía más y más.

Hacía la comida porque tenía la oportunidad de echarme sedantes para que permaneciera medio drogada e hiciese lo que él quisiera, para que me dejase llevar ante sus perversidades, para que obedeciese como un perro cuando me decía que no se me ocurriese salir de aquella cabaña dejada de la madre de dios, echa a posta para que no nos oyeran, me preguntaba a cuántas mujeres había encarcelado allí. Permanecí en aquel lugar durante diez años sin poder ver a penas la luz del día, limpiando su mierda y siendo una buena esposa y sirvienta, siempre agachando la cabeza para no recibir más palizas, permitiendo penetraciones dolorosas y perversiones que pocas ganas tengo de expresar aquí. Tenía horarios continuos que no me dejaban descansar las horas necesarias para que el cuerpo de una persona funcione como es debido, tenía unas ojeras importantes, mis ojos se caían sin darme cuenta y llegué a tener más de un desmayo debido al cansancio acumulado. Algo me dio fuerzas para salir de allí, todavía no tengo ni idea de qué, y lo hice.

La solución para escapar:

Una mañana, mientras él todavía dormía y sus ronquidos inundaban cada parte de la cabaña, miré por la ventana trasera y me percaté de que pasaba un tren. Conforme pasaba y a escondidas para que Jack no se diese cuenta de mis intenciones, calculaba cuánto tiempo había de un tren a otro y era exactamente media hora, también pasaban por la noche, así que, sería buen momento para escapar, mientras él dormía borracho como una cuba y aprovechando que confiaba algo más en la idea de que no sería capaz de marcharme. Esta pequeña investigación, duró unas dos semanas para llevar a cabo un verdadero modo de escapar. Todas mis cosas las metí en una maleta en su hora de caza, mientras permanecía al otro lado del bosque con la escopeta que había robado de casa de sus padres, jamás creí que alguno de ellos le tuviese aprecio como para dejársela en herencia.

Esperé a las doce de la noche a su lado, inmóvil, hasta que escuché aquellos horribles y sonoros ronquidos que confirmaban que no iba a enterarse de nada hasta la mañana siguiente y, con un pie detrás del otro, con el mayor silencio del que fui capaz, cogí la llave de la cabaña que guardaba debajo de un macetero y abrí la puerta, la cerré despacio y corrí como alma que lleva al viento a la estación de trenes. Tenía algo de dinero que conseguí robarle a un hombre el día anterior en la panadería donde siempre le compraba los dulces a Jack y conseguí pagar el viaje de ida, el primero que saliera sería el elegido. La cuestión es que no tenía la menor idea de a dónde se dirigía, tan solo quería salir de allí cuánto antes, de hecho, hasta que no se puso en marcha, permanecía en el andén con el corazón en un puño y con dificultades para respirar. Pero por fin, tuve la oportunidad de escapar de las garras de aquel vil hombre que tan solo quería una esclava, quería disfrutar de los placeres que a ninguna mujer se le habría ocurrido tener con él a pesar de ser algo agraciado y tener a su disposición a alguien que, mediante bofetones, conseguía hacer lo que quería porque sabía que nadie le querría y nadie viviría con él por gusto siendo como era.

Un futuro lleno de curiosidades:

Nunca he tenido la oportunidad de vivir sola, de encontrarme a mí misma y saber lo que realmente me apasiona hacer, a raíz de vivir encarcelada en dos mundos distintos por obligación, uno de ellos la pastelería y el otro con Jack. Sé que no será nada fácil avanzar sin tenerle presente cada día, que quizá, no sepa cómo manejar ciertos gastos porque de eso siempre se encargó mi familia, yo tan solo hacía el trabajo y que vivir en una ciudad tan grande como Arizona, tal vez, provocaría mi perdición pero, siento curiosidad, tengo ganas de ver qué hay ahí fuera y sanar cada herida que haya podido provocar Jack en mi interior.

Es un buen momento para sentir que tengo el rumbo de mi vida, que puedo desenvolverme como persona, a pesar de no poder contar ya con el respeto de mi familia, al menos, durante algún tiempo debido a todo lo que les dije antes de irme de casa de mis padres a favor de Jack. Quizá no logre perdonarme todo lo que le dije a mi madre, a Lusy... pero algún día lo haré, estoy segura que, aunque sea alguien un tanto inocente, podré seguir mi camino, hacia una vida que quizá, no quiera tratarme demasiado bien, ¿querrás hacerlo?, ¿querrás tratarme bien después de todo?

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