Personaje: Doyle



Relato procedente: "Miseria" (Huellas del Tiempo).

Resumen: Doyle tenía todo lo que cualquier persona podría desear, dinero, un trabajo envidiable y una casa preciosa cerca de la playa de la que podía presumir en cuanto quisiera pero, le faltaba algo, dado que, no tenía a nadie con quién compartir su dichosa vida, su casa estaba tan vacía como llena de silencio por cada habitación que abría, a penas se socializaba y su pánico por estar solo empezó a hablarle hasta llevarle al suicidio.

Nombre completo: Doyle Copperfield Groussen.                                       Edad: 33 años.

Ciudad natal: Seattle.                                                                  Profesión: Empresario.


Descripción física:

Mi cabello castaño oscuro lo llevaba siempre bien peinado hacia atrás, con tanta gomina como fuera posible para aparentar que era un hombre de dinero, muchos subestiman este increíble poder del cabello en momentos sociales pero, no debemos arriesgarnos a que puedan pensar que eres de clase humilde, sería vergonzoso. Mis ojos azul oscuro, eran sometidos a múltiples piropos, era mi captador de mujeres para un polvo rápido y una mañana solitaria. Mis labios carnosos, eran cómplices de incesantes besos, pasión y algo de morbo cada noche, no podía evitar que las mujeres que traía a casa quisieran arrancármelos de la boca. Mi tez morena siempre confundía a los demás, era víctima de miradas acaloradas y de adjetivos calientes, era imposible no provocarlo. Mi cuerpo esbelto y fuerte debido al ejercicio que hacía cada día en el gimnasio, traía a confusiones, siempre me echaban unos veintitantos y ni siquiera se acercaban a la edad exacta, aparte, atraía a féminas muy bien dotadas que solían pasear por la playa, de las cuales me aprovechaba para no tener que ir a una discoteca a las afueras a camelarme a alguna que no tenía ni la mitad de pechos que estas.

Descripción de la personalidad:

Siempre me han calificado como un tipo arrogante, con un alto poder adquisitivo y demasiadas horas libres que desperdiciar en putas y alcohol los fines de semana. He sido presa de mi ambición casi toda mi vida, no he conocido otra cosa, era confiado, algo alocado e impulsivo, tomaba lo que no era mío pero que me apetecía tener, transformaba un "no" en un "sí" en menos de cinco minutos. Utilizaba mi belleza para conseguir lo que quería, siempre sonriente, con un potencial sin igual, con demasiadas cosas que contar pero cansado de ser quién no era, cansado de ser quién los demás querían oír, muchas historias para tirar a la basura. Jamás me he considerado un hombre adulto, sino juguetón, con bastante mala leche en cuanto a bromas pesadas se refiere y con un sentido del humor con poca cabida en esta sociedad degradante.

Abusos constantes:

Cuando era niño, no era el típico chaval corriente al que le gustaba jugar a la pelota con sus amigos o llamar a los timbres de todas las casas del barrio y salir corriendo como hacían muchos compañeros de clase, a mí lo que me apasionaba era leer, tirarme horas y horas delante de un libro, encubriéndome de cualquier alumno abusón que quisiera aprovecharse de mis suculentos almuerzos y de mi inocencia no intencionada. Hasta la mayor parte de mi adolescencia sufrí constantes abusos, los cuales, no pude controlar o evadirme, era complicado para mí encontrar una solución a esto si no tenía una figura paternal a la que preguntar dado el desinterés de mi padre al nacer, prefirió escapar de esa enorme responsabilidad, por algo siempre he tenido sexo sin amor innumerables veces y con la protección adecuada para no convertirme en alguien como él.

No quise sufrir lo mismo en la Universidad, así que, decidí convertirme en un auténtico cabrón que tenía amigos allá a donde iba, trataba de parecer alguien distinto a quién había sido. Quería que todos vieran al ambicioso y exitoso Doyle Copperfield, el tipo que ganaría un montón de pasta y viviría en una casa en la playa, era un sueño que mucho después se hizo realidad, de hecho, quería que se cumpliese para que todos mis compañeros pudiesen ver en quién me había convertido, era alguien a quién ya no podían tocar, además, mi aspecto también decía lo mismo.

Alejado de los sentimientos:

Desde la Universidad, me había acostado con todo lo que se movía, cada noche era una nueva aventura de la que poder sacar un suculento beneficio. Durante mi niñez y parte de la adolescencia, pude darme cuenta de que ser alguien sensible no era la respuesta a ser popular, a ser alguien poderoso, sino todo lo contrario, era la pura debilidad visible ante los demás y no era algo que debiese permitir. Tampoco compartía simpatía con mis subordinados, siempre salían y ni siquiera me decían nada, permanecía distante, serio, centrado en mi trabajo aunque me importase una mierda, a pesar de saber que en mi casa no había nadie que esperara mi llegada. Quería negar lo que tenía delante porque así no era tan doloroso y desesperante, jamás había sabido qué era enamorase, tan solo sabía que ponerse el preservativo correctamente era lo que daba sentido a mi vida cada noche que pasaba con una mujer diferente.

Mi madre había notado terriblemente mi cambio y quería que volviese a ser ese niño que ella tanto había querido, lo que no se daba cuenta era de que hacía tiempo que había muerto y se había transformado en un abusón. Estaba alejado de cualquier persona que pudiera mostrarme algo de aprecio, por ello, a veces, prefería acostarme con una prostituta que con una mujer que pudiese esperar algo más de ese polvo absurdo de una sola noche. Parecía que no quería nada de nadie en absoluto pero, a la vez, me sentía solo y necesitaba de todo el que pudiera darme el cariño que nadie me dio a lo largo de mi vida.

Pánico a la soledad:

No esperaba que en algún momento de mi vida quisiera cambiar mi rutina, fue insólito. De repente, el silencio empezaba a apedrear mis oídos, que nadie me esperara en casa o me recibiese con un cálido abrazo, me dolía, me importaba, creaba un sentimiento en mi interior que no podía ignorar. Durante un tiempo, miré hacia otro lado pero, no pude hacerlo mucho más tras películas absurdas cada tarde hasta que llegara la chica con la que había quedado. Cansado, también renuncié a esto, me encerré a mí mismo y empecé a ver a mi gemelo, mirándome, tratando de escucharme pero, tampoco pensaba que el conversar contigo mismo se volviera contra ti de esta manera tan impactante, tan mortal. Tenía sus palabras en mi mente, me obsesionaba estar solo, me obsesinaba la idea de llegar a viejo y no tener a nadie que cuidase de mí o que no me abrazaran mientras estuviera enfermo, me aterraba la idea de morir solo y no podía controlarlo.

Ese "yo" con sonrisa malévola, siempre trataba de aterrorizarme y le escuchaba como buen chico inocente, sin darme cuenta de que me estaba perjudicando psicológicamente, ni siquiera pude percibir cómo perdía la cabeza, cómo la locura empezaba a formar parte de mi día a día y las sonrisas desaparecían de mi cara aunque en el trabajo era el mismo capullo insufrible de siempre, sin cambio aparente para que nadie pudiera aprovecharse de mi debilidad interior que tanto me atacaba, tan solo ocurría al llegar a casa, mis demonios aparecían cuanto menos me lo esperaba.

Un suicidio inesperado:

Tampoco esperaba que fuera hacer lo que hice, fue tan inesperado, inocente, imprudente e incluso, algo temerario. Ni siquiera pude pensar en qué estaba haciendo, veía el cuchillo que había utilizado para la cena como si brillara, como si necesitara un uso especial que no fuera el de cortarme el sándwitch, era como si me llamase. Mi pánico a la soledad apareció de la nada, hablándome con serenidad, con una falsa tristeza y diciéndome que debería hacer aquello que me hiciera feliz, simplemente, coger el cochillo y clavármelo en el estómago, sin pensar, debía hacerlo para encontrar la paz, para encontrar la soledad que podía complementarme.

Estaba vacío, sin nadie a quién acudir, sin amistades que pudiesen apoyarme en momentos difíciles... esa sensación de querer hacerlo tenía sentido, ese pánico desaparecería, volvería a ser un chico inocente al otro lado, esperanzado por encontrar el sitio que aquí no había encontrado. Pensado y hecho, caí al suelo mientras ese pánico a la soledad se desvanecía junto a esa brillantez de mis ojos, al mismo tiempo que la sangre empezaba a embaucar todo lo el suelo de la cocina. Mi último aliento fue el que me hizo desaparecer de un mundo en el que no se me había tenido en demasiada cuenta, solo me llamaban para cuestiones de dinero, nadie se acordaba de mí, no había dejado huella, algo que no me sorprendía en absoluto.

Un futuro en la nada:

Mi futuro había culminado, había llegado a su fin, sin poder rechazar la oferta, mi acción fue otra de las miles que provoqué con mi impulsividad desmedida. ¿Podría arrepentirme de ello? No lo sabremos, soy un alma sumida en la espera de la eternidad que no tiene este tipo de pensamientos o profundos sentimientos, no tengo un motivo por el que quedarme, ni siquiera quería observar la vida de mi madre antes de irme, antes de llegar a esa luz que me esperaba desde hacía unos días. No había dedicado mi vida a mi pasión como muchos hacían con todo lo que tenían que aportar al mundo, había sido otro arrogante como cualquier otro que tan solo había buscado el poder para aparentar ser alguien que ni conocía, bastante triste para ser verdad, pero así fue.

El miedo me comió por dentro, me hizo atemorizarme por algo como la soledad, algo de lo que algún día podría haber disfrutado, podría esperar a la persona indicada, cambiar, ser más amable... pero nada de eso era suficiente para mí, temía demasiado a que me juzgaran por quién era, a volver a ser débil pero, de lo que no me daba cuenta es de que justo así era como habría obtenido mi libertad. Ahora, tan solo conocía las cadenas de la ambición y la ceguera de la envidia...


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