Personaje: Sarabeth




Resumen: Sarabeth vuelve a la casa de su ex marido, recuerda innumerables situaciones con él. Pensaba que su muerte había sido objeto de un accidente inesperado pero, gracias al diario que pudo encontrar en la mesilla de noche de su habitación, pudo darse cuenta de todo lo que sentía por ella y lo que la echaba de menos. También averiguó lo que le pasó realmente, supo que se suicidó en cuanto leyó la última página tras unos años de depresión, soledad y silencio.

Nombre completo: Sarabeth Smith Loger.                                                         Edad: 34 años.

Ciudad natal: Nueva Jersey.                                                                          Profesión: Pintora.


Descripción física:

Mi cabello castaño claro termina a media espalda, tan liso y lleno de vida, absorbiendo todos los cuidados que le brindo cada día aunque, a veces pienso si no será peor el remedio que la enfermedad. Mis ojos castaños suelen ver los recuerdos allá donde voy, no puedo evitar que se engloben en todo lo que me rodea, ni siquiera evitarlos apartando la mirada. Mis labios gruesos se componen por memorias casi olvidadas que preferiría que hubiesen existido más a menudo, sin querer pensar en que, quizá, me equivoqué. Mi tez pálida tiene su encanto, me da cierta originalidad a través de los estándares habituales de jóvenes flacuchas, muy morenas y con andares de superioridad. Mi cuerpo esbelto suele componerse de ropa bastante sencilla y algo rockera, algo que compartía con Jason.

Descripción de la personalidad: 

Siempre he sido una persona libre, alguien en quién confiar, alguien que pude guardar un secreto, confidente, amiga y positiva, aunque no demasiado sociable, algo que me unió cada vez más a Jason cuando estábamos juntos. Suelo aburrirme de los hábitos, debo hacer una cosa diferente cada día porque no puedo repetirme demasiado, es una de las razones por las que no pude seguir casada con mi ex marido, aunque no supiera muy bien qué estaba haciendo. Siento que todos somos únicos y tenemos algo interesante que contar, aún siendo pequeños, casi imperceptibles a la vista. Soy una soñadora e ilusionada en proyectos que ni yo misma creía que podría llevar a cabo, supongo que es mi naturaleza.

Alguien invisible:

Antes de empezar una relación con Jason, era la típica chica apartada de todo que prefería agachar la cabeza que enfrentarse a una incómoda conversación con cualquier desconocido que se cruzara en su camino. Era la joven que pasaba desapercibida, era casi invisible a ojos humanos, era la chica rara que prefería vestir diferente que no ser una copia barata de muchas costumbres ajenas. No esperaba que nadie pusiera los ojos en mí, que nadie se aventurara a saludar con cierta timidez y pretendiera que le enviara una sonrisa queda, como si nadie lo hubiera conseguido. Tenía mis complejos, mis asuntos sin resolver, mis responsabilidades casi imperceptibles, sin demasiadas esperanzas para destacar en algo que me pareciera importante, ni siquiera sacaba una nota más alta que la de los demás, era como si estuviera predestinada a no llamar la atención.

Mi alrededor era algo superfluo, que podía perecer en cualquier momento, algo decepcionante que, algún día, desaparecería de mi camino. No es que lo esperara, no es que me ilusionara pensarlo pero, todo lo bueno y lo malo se acaba, tan solo tenía esa certeza en cada uno de mis días para impedirme hacer una tontería. Aceptaba mi cometido de ser invisible, de camuflarme entre la multitud y permanecer atenta sin llamar la atención, mi mejor baza para evitar los insultos y humillaciones que se presentaban a lo largo de los pasillos del instituto.

Uno entre un millón:

Había un joven que siempre estaba en los jardines del instituto, se pasaba el día en la biblioteca y no hablaba demasiado con nadie, tan solo lo esencial. Uno de esos días en los que compartimos la misma mesa de estudios, se atrevió a mirarme con aquellos ojos tan penetrantes y con tremendos ánimos de absorberme, empezamos una agradable conversación y nos convertimos en el confidente del otro sin darnos demasiada cuenta. Empezó a formar parte de mis días de desahogo nocturno, era la primera persona a la que llamaba para contarle todo lo que había ocurrido durante el día con mi familia o compañeros de clase, era la única persona que estaba dispuesta a escucharme.

Era uno entre un millón. Atento, agradable, inteligente, comprensivo, sincero e increíblemente cariñoso, nunca había conocido a nadie como él, tan pendiente de mis sentimientos y, a la vez, tan empeñado en respetar mi espacio. Una mirada complaciente, pasó a un beso apasionado y de ahí a pasar los mejores quince años de nuestras vidas.

Una convivencia metódica:

Después de casarnos, empezamos a vivir juntos. Jason era un chico de costumbres, hacía las cosas metódicamente tan solo porque siempre las había hecho así, en cambio, yo era mucho más libre y cambiaba de hábitos cada día. Terminábamos haciendo lo mismo diariamente, al principio, me acostumbraba bastante porque estaba con él y no me suponía un problema pero, más tarde, empezó a pesarme y no poco. Siempre tuvimos esa conexión que mucha gente busca y no encuentra, sensaciones que solo podría tener con él y con nadie más, me hacía sentir especial y no la típica chica rara de ciudad que esperaba pasar desapercibida, para él, era como un foco en medio de la oscuridad, me encantaba sentirme así.

Miraba a mi alrededor y pensaba que todo ese silencio entre nosotros podría deberse a tanto ruido en nuestras mentes, creía que nuestros días siempre serían felices, apasionantes, aventureros... no podía equivocarme más, nuestra vida estaba llena de quietud, de situaciones robóticas, metódicas, totalmente alejadas de mi forma de ser, cosas que no encajaban conmigo para nada. Intentaba estar con él mucho más tiempo pero, empezó a ser insoportable el que ya no nos habláramos por aburrimiento o comentáramos qué tal nos había ido el día y termináramos pasando del otro, era bastante frustrante.

Una separación dolorosa:

Tras quince años de relación, era como si nuestras vidas empezaran a dejar de tener sentido, era como si la magia se hubiera evaporado, era todo muy predecible, era como si nos estuviéramos apagando como pareja hasta el límite de la oscuridad. Fui yo quién inició la conversación, quería terminar con esa situación tan incómoda y que, estaba segura que ninguno de los dos queríamos en nuestras vidas. Jason quería seguir aferrándose a una relación que ya no tenía ningún sentido mantener, al menos en esos momentos, de hecho, decidí que nos diéramos un tiempo aunque, él no fue capaz de mantenerse a distancia, cada noche venía a mi apartamento de soltera a cantarme una canción para que volviera con él o, incluso, arrodillarse en medio de la calle a plena luz del día para que estuviéramos juntos otra vez. Estaba tan cansada de ello que pedí el divorcio, algo que no se esperaba.

Cuando ambos firmamos, Jason desapareció de mi vida completamente, en ese momento, fue cuando me di cuenta de lo mucho que le echaba de menos aunque sabía que lo que había hecho era lo correcto para los dos. Yo intenté mirar hacia adelante, quedar con las amigas que hacía tiempo que no veía, dedicarme tiempo a mí misma, ir a un spa, hacer un tour por varios países durante un mes, ir a un desfile de moda solo por capricho... En cambio, Jason se encerró en sí mismo y en la que antes era nuestra casa, era como si se le cayeran encima las paredes, sabía que no soportaba estar solo, le llamaba de vez en cuando pero, a veces, ni siquiera respondía al teléfono. Por supuesto, estaba preocupada por él pero, no podía estar con alguien a quién amaba pero del que me había acostumbrado demasiado.

Diario escondido:

Volví a la casa donde vivía con Jason durante tanto tiempo y, tras todos aquellos recuerdos encontrados a lo largo de las habitaciones que allí residían junto con el desorden, pude toparme con las palabras de la persona a la que había amado tanto y ahora estaba muerta, había encontrado su diario, lo único organizado que había en toda la casa, cosa que demostraba el cariño que tenía a todo lo que había compartido en cada una de sus páginas. No esperaba todo lo que había compartido, todo lo que transmitían sus palabras, los sentimientos profundos hacia mí, hacia la situación que compartíamos, el divorcio, el amor que realmente sentía por mí aunque no lo hubiese expresado con absoluta sinceridad en el tiempo que estuvimos juntos.

Las lágrimas recorrieron mis mejillas, sintiendo de verdad haberle dejado tan solo, pero no podía centrarme en su vida dejando la mía atrás, por cuidar, por pulir... ¿verdad? No podía sentirme culpable por haber continuado mi trayecto, tampoco a él, lo que pasó, pasó, pero no podía evitar el sentir que me había equivocado con Jason, el no tenerle cerca, el dejarle en la oscura soledad que se cernía sobre él, con esa cantidad de problemas psicológicos que le había traía el divorcio. Pude descubrir que había entrado en un espiral bastante intenso de depresión, ansiedad y miedo a estar solo, pude saber con certeza que Jason no había tenido un accidente en la ducha, sino que, se había suicidado, ya no soportaba el silencio en cada una de las habitaciones de esta casa, ya no soportaba amar a alguien que no creía que volvería...

Un futuro con miradas tímidas al pasado:

El diario siempre se quedará conmigo, en un cajón debajo de mi ropa. Quería que todas y cada una de sus palabras permanecieran junto a mí para recordarle como era, para entender sus palabras, para volver a comprender su situación. Es lo único que me queda de la persona más importante de mi vida, aunque nos divorciáramos, le quería y seguirá siendo así aunque conozca a otra persona o sea feliz con mis proyectos futuros, nada podrá cambiar eso, tampoco los recuerdos que ambos compartimos ni las cosas que nos dijimos, ni siquiera aquellos momentos acostados en la cama tan solo sonriendo mientras nuestras miradas se complacían.

Va a ser duro decirle adiós, pasar página. Va a ser duro no mirar al pasado siendo que quiero ver el futuro cada vez más cerca, siendo que me gustaría volver a sus brazos para decirle lo que nunca le dije y para mostrarle un poco más de cariño a ese alguien que ya no albergaba ni un ápice de esperanza en nuestra relación. Por una parte, estaba destrozada por dejarle ir pero, por otra, me sentía aliviada por saber que, finalmente, había descansado de todo ese dolor profundo que le embriagaba. ¿Podré mirar al futuro sin mirar tímidamente al pasado?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Especial Personajes - Primer Aniversario:

Personaje: Sonia

Personaje: Emily